sábado, 4 de agosto de 2012

¿Qué tienen en común Maquiavelo, Moro, Montaigne, Cervantes y Shakespeare? PARTE I


Es cierto que se ha derribado
 el Antiguo Régimen;
pero mientras siga en pie
 uno sólo de sus pilares,
podemos estar seguros
de que el resto
no tardará
en verse restaurado.

Filosofía del Tocador
Marqués de Sade

Introducción

Cada época, según Luis Villoro, se distingue por un pensamiento el cual se manifiesta en todas las áreas imaginables por los contemporáneos a ella, en las ciencias y las artes, los procesos tienen la esencia de la idea predominante. Anterior al Renacimiento el concepto acuñado era, sin lugar a dudas, Dios. El hombre medieval regía su mente y cuerpo en un desenvolvimiento enteramente cristiano, empeñado en salvaguardar su comportamiento terrenal en busca de la salvación eterna. Dios dictaba como debían hacerse las cosas, cuál era el lugar de cada individuo y básicamente, aunque la idea es mucho más compleja, dotaba de sentido a la vida al hombre medieval. Largos y numerosos debates se abrieron en torno a su existencia, siendo rescatados textos clásicos de Platón o Aristóteles, por mencionar algunos, utilizados para probar la existencia de Dios. Básicamente todos los progresos intelectuales –especialmente en Lógica y Dialéctica- que se desarrollaron en la época fueron detrás de ese objetivo.                                                                     
Posteriormente esfuerzos tempranos como los de San Agustín o aportaciones posteriores como las de Santo Tomás se vieron desdeñadas con el aporte del pensador  Guillermo de Ockham, quien a pesar de que siguió concibiendo a la potencia divina como la mayor, es decir Dios, su pensamiento lo resumió en que la filosofía no podía ni debía comprobar la existencia del mismo, esta sólo se podía sustentar en la teología con la base primordial que era la fe. “La esencia divina es absolutamente inabarcable por los conceptos y definiciones humanas. Filosofía y teología hablan lenguajes diferentes, y no pueden ayudarse ni complementarse”.[1]

Así pues Ockham sería un elemento del parteaguas para los siguientes filósofos, artistas, literatos y demás personalidades intelectuales que darían formación y nombre al Renacimiento, etapa que comienza en el siglo XV y culmina en el XVI, siendo precisamente ellos quienes nombraron a la Edad Media como una “época oscura”, en la cual los clásicos habían sido malinterpretados y tergiversados con fines necios, así pues si bien Dios no se dejaba de lado, el hombre renacentista se sintió listo para emprender una responsabilidad aún más grande, el libre albedrío se reinterpretó y dio cabida a un concepto mucho más amplio y difícil: la libertad. Con ello el hombre renacentista se autonombraba protagonista de la historia.                                                                                                                            
Luis Villoro menciona como en el Renacimiento se asistió a una ruptura de un mundo ordenado, ahora el hombre tenía no sólo el convencimiento de su capacidad sino también la libertad para imponer el orden que mejor le pareciere. Además “el contacto con los antiguos, gracias al descubrimiento de las obras de arte y a las nuevas relaciones con los bizantinos, determina la elevación del hombre y de los valores humanos al centro de la vida espiritual y por tanto, la inversión del sentido medieval de la existencia, polarizado en Dios”.[2]A este fenómeno se le conoció como humanismo, cuando se lleva a cabo el pleno descubrimiento de la naturaleza en toda la multiplicidad de sus aspectos.                                                                      

Las ciencias y las artes sufrieron un cambio de lo más drástico a partir de este nuevo pensamiento nombres como Nicolás de Cusa, Giordano Bruno, Pedro Charrón entre otros comenzaron a notarse. La consolidación de la burguesía y el auge del comercio en Italia, especialmente en Venecia, Génova, Pisa y Florencia, el papel de familias ricas que despampanaban poder como los Médicis, los Wesller, los Függer o los Jacques de Couer tuvieron su máxima muestra de autoridad en la creación de la banca.                            

Según Villoro “el hombre nuevo estaba en busca de un nuevo centro, las antiguas familias del siglo XII ahora se consolidaban no sólo como las más ricas y poderosas sino también como aquellas que podían tener acceso al deleite del conocimiento especialmente en las artes.”[3]

Con todo lo anterior podría decir que, a mi parecer, la libertad fue el mayor descubrimiento –¿o construcción?- del hombre moderno, lo cual desembocó en cuestiones como: la moralidad, forma de gobiernos, utopías, el engrandecimiento del comercio, los grandes descubrimientos geográficos, la explotación de yacimientos, el paso de una economía de tipo feudal a capitalista entre otros; que fueron los diversos temas de conversación entre los intelectuales del Renacimiento los cuales llegarían a su punto máximo en el siglo XVIII.                         
 La pregunta es ¿Qué tienen en común Maquiavelo, Moro, Montaigne, Cervantes y Shakespeare? Pregunta surgida durante una de las clases en historiografía moderna, que nos lleva a dar cuenta de estos pensadores. Una de las primeras críticas que recibí al mostrar mi intención de hacer de esta pregunta un ensayo fue la cantidad de autores a manejar, con el riesgo, más que obvio, de dejar lagunas en cada uno, sin embargo, considero los elementos integradores de todos ellos claros y asequible, por lo que me aventuraré a responder. Quizá esa respuesta no sea satisfactoria para el lector, pero es ahí precisamente dónde entra mi segundo objetivo: invitar al lector a que el mismo, en algún futuro, se acerque a los diversos autores y se conteste de nuevo la pregunta central.


[1] Francisco Montes de Oca, La filosofía en sus fuentes, Porrúa, México, 2006, p. 107.
[2] Ídem., p. 108.
[3]Luis Villoro, El pensamiento moderno. Filosofía del Renacimiento, México, El Colegio Nacional/FCE, Col. Cuadernos de la Gaceta No. 82, 1992, pp. 7-23.

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