lunes, 31 de marzo de 2014

Amarás la sombra de tu cuerpo

¿Por qué el mundo no puede ser claro?, 
se cuestiona Lucía, cansada de tanto andar sin rumbo.


¿Alguna vez han tenido una caminata, en la que pequeños detalles como el cambio del semáforo, el aire de de marzo que anuncia abril, o el saludo incómodo de una persona que hacía mucho no veías, te trasladan al pasado? Yo sí. Lo curioso fue que al cruzar la calle olvidé lo recordado, se fue como un peatón, que pasó junto a mí, pero en dirección contraria.
Aquella misma tarde, luego de ese paseo inusual, comencé a leer Amarás la sombra de tu cuerpo. Experimenté la misma sensación de calma efímera que Lucía vive cuando toma su primer sorbo de café matutino acompañado de un cigarrillo, tratando de encajar las piezas que se mueven en un pasado y presente enmarañados.
Lucía despertó confusa en la mañana, sin recordar nada, salvo un nombre: "Inés". La frustración se hizo presente ante la infinidad de posibilidades de aquél misterioso nombre, que nada le dice a Lucía ni al lector, sumiéndonos en la misma desesperación.
La narración de Heraclio Castillo Velázquez muta estas posibilidades, y muchas más, en imágenes que aparecen entre las páginas como las burbujas de luz naranja, que se forman cerrando los parpados estando recostados bajo un árbol.
El autor nos presenta en esta ocasión, una narrativa que se acerca mucho más a la poesía, siguiendo una estructura, ya presentada en su novela anterior Las horas fortuitas, que permite, en un sólo día, provocar la sensación de años al lector.
Es imposible no sentirnos identificados con Lucía porque, simple y llanamente, todos hemos estado perdidos alguna vez. Una novela que juega con el tiempo y el espacio como pinceladas confusas y armónicas a la vez, en un lienzo blanco. Que nos muestra que el presente, se vuelve pasado muy rápido pero también es la posibilidad de ser.


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