Por: Rebeca Mejía López
Es difícil hablar de los orígenes del amor cortés, pero se ha definido a través de la literatura como una nueva forma de sentir que surgió en los medios aristocráticos y cuya influencia se extiende hasta nuestros días. Lo vemos en las telenovelas cuando los protagonistas enfrentan incontables obstáculos para reunirse con la persona amada.
Es difícil hablar de los orígenes del amor cortés, pero se ha definido a través de la literatura como una nueva forma de sentir que surgió en los medios aristocráticos y cuya influencia se extiende hasta nuestros días. Lo vemos en las telenovelas cuando los protagonistas enfrentan incontables obstáculos para reunirse con la persona amada.
En el siglo XII a.C. el amor
cortés fue un tema propio de la literatura y de los juegos cortesanos, aunque
no de una realidad afectiva. Manifestación de amor que encuentra su espacio en
los poemas de trovadores y novelas. Durante la Edad Media conoció dos
vertientes la de los autores que se enarbolan a esta concepción amorosa y la de
aquellos que se definen en oposición a ella.
El amor cortés no faltaba en
las novelas de caballerías y esto Don Quijote lo conocía a la perfección. En
realidad el caballero no estaba completo si no tenía a quien dedicarle sus
hazañas, a quien encomendarle su amor, un amor tan divino que se asemejaba a un
sentimiento religioso, pues “el verdadero amante piensa de su dama lo que el
místico piensa de Dios”.
Conducta que un caminante le
recrimina a Don Quijote en el capítulo XIII de la primera parte. Antes se encomiendan a sus damas, con tanta
gana y devoción como si ellas fueran su Dios, cosa que me huele algo a gentilidad*.
La mujer, efectivamente, se
convierte en un objeto de devoción; los valores de la divinidad son
transpuestos a ella, y sólo mediante este culto el hombre puede alcanzar su
perfeccionismo. El verdadero caballero andante, como lo es Don Quijote, quien
replica al caminante que caería en mal si otra cosa hiciese, pues está en uso y costumbre en la caballería
adantesca que al acometer algún gran hecho de armas tuviera su señora delante,
vuelva a ella los ojos blanda y amorosamente... y aun si nadie le oye, está
obligado a decir algunas palabras entre dientes, en que de todo corazón se le
encomiende.
No puede ser que haya
caballero andante sin dama, porque tan
propio y natural les es a los tales ser enamorados como al cielo tener
estrellas. Así, otra característica del amor cortés es la exaltación y casi
idealización de la dama, tal y como Don Quijote define a Dulcinea, al hablar de
su hermosura sobrehumana, con sus cabellos de oro, sus ojos soles, sus mejillas
rosas, sus labios corales, perlas sus dientes y las partes que a la vista humana encubrió la honestidad son tales,
según yo pienso y entiendo, que sólo la discreta consideración puede
encarecerlas, y no compararlas.
Por último, los devotos al
amor cortés se ven obligados a acatar sus reglas, o inventarlas si es
necesario. Para que pueda hablarse de un amor cortés verdadero, el amante debe
enfrentar obstáculos y, si no existen obstáculos reales, entonces hay que
inventarlos. Lo invito, estimado lector, a repensar la relación entre la
aventura, el amor y la locura.
*Herejía.
Artículo publicado en el suplemento cultural La Gualdra, La Jornada Zacatecas:
http://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-189_bien?e=1493577/11893832
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