miércoles, 29 de abril de 2015

El amor cortés en El Quijote

Por: Rebeca Mejía López
Es difícil hablar de los orígenes del amor cortés, pero se ha definido a través de la literatura como una nueva forma de sentir que surgió en los medios aristocráticos y cuya influencia se extiende hasta nuestros días. Lo vemos en las telenovelas cuando los protagonistas enfrentan incontables obstáculos para reunirse con la persona amada.
En el siglo XII a.C. el amor cortés fue un tema propio de la literatura y de los juegos cortesanos, aunque no de una realidad afectiva. Manifestación de amor que encuentra su espacio en los poemas de trovadores y novelas. Durante la Edad Media conoció dos vertientes la de los autores que se enarbolan a esta concepción amorosa y la de aquellos que se definen en oposición a ella.
El amor cortés no faltaba en las novelas de caballerías y esto Don Quijote lo conocía a la perfección. En realidad el caballero no estaba completo si no tenía a quien dedicarle sus hazañas, a quien encomendarle su amor, un amor tan divino que se asemejaba a un sentimiento religioso, pues “el verdadero amante piensa de su dama lo que el místico piensa de Dios”.
Conducta que un caminante le recrimina a Don Quijote en el capítulo XIII de la primera parte. Antes se encomiendan a sus damas, con tanta gana y devoción como si ellas fueran su Dios, cosa que me huele algo a gentilidad*.
La mujer, efectivamente, se convierte en un objeto de devoción; los valores de la divinidad son transpuestos a ella, y sólo mediante este culto el hombre puede alcanzar su perfeccionismo. El verdadero caballero andante, como lo es Don Quijote, quien replica al caminante que caería en mal si otra cosa hiciese, pues está en uso y costumbre en la caballería adantesca que al acometer algún gran hecho de armas tuviera su señora delante, vuelva a ella los ojos blanda y amorosamente... y aun si nadie le oye, está obligado a decir algunas palabras entre dientes, en que de todo corazón se le encomiende.
No puede ser que haya caballero andante sin dama, porque tan propio y natural les es a los tales ser enamorados como al cielo tener estrellas. Así, otra característica del amor cortés es la exaltación y casi idealización de la dama, tal y como Don Quijote define a Dulcinea, al hablar de su hermosura sobrehumana, con sus cabellos de oro, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes y las partes que a la vista humana encubrió la honestidad son tales, según yo pienso y entiendo, que sólo la discreta consideración puede encarecerlas, y no compararlas.
Por último, los devotos al amor cortés se ven obligados a acatar sus reglas, o inventarlas si es necesario. Para que pueda hablarse de un amor cortés verdadero, el amante debe enfrentar obstáculos y, si no existen obstáculos reales, entonces hay que inventarlos. Lo invito, estimado lector, a repensar la relación entre la aventura, el amor y la locura.

*Herejía.

Artículo publicado en el suplemento cultural La Gualdra, La Jornada Zacatecas:
http://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-189_bien?e=1493577/11893832

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