Por:
Rebeca Mejía López
El amor es un tema más que
recurrente en El Quijote, pues a
largo de la novela Cervantes nos envuelve en muchas historias dentro de la
misma hablándonos de personajes que sufren por no estar con la persona amada,
que han traicionado por amor e incluso aquellos que han perdido el juicio por culpa
de Cupido.
En el capítulo XX de la
segunda parte, se hace una descripción interesante del Amor. Don Quijote y
Sancho son invitados a las bodas del rico Camacho con Quiteria, quien en
realidad está enamorada de Basilio el pobre, éste último hace una aparición
realmente dramática en el capítulo siguiente, donde se prosigue la aventura. Las
bodas se aprovechaban para dar espectáculos a los invitados, la descripción de
la celebración es por demás interesante, pues los torneos y representaciones
que se narran en éste capítulo eran comunes en tiempos de Cervantes.
Así, Don Quijote y Sancho
presencian una danza hablada, es decir, un ballet con argumento y recitado. En
ésta aparecieron ocho ninfas, repartidas en dos hileras: de la primera era guía
el dios Cupido, y de la otra, el Interés. El primero adornado de alas, arco,
aljaba y saetas y, el segundo, vestido en colores de oro y seda. Las ninfas
seguidoras del Amor portaban en las espaldas sus nombres; Poesía, Discreción,
Buen Linaje y Valentía. Las que seguían al Interés eran; Liberalidad, Dádiva,
Tesoro y Posesión Pacífica.
Al comenzar la danza, Cupido
fue el primero en presentarse diciendo:
Yo
soy el dios poderoso en el aire y en la tierra y en el ancho mar undoso y en
cuanto al abismo encierra en su báratro espantoso. Nunca conocí qué es miedo;
todo cuanto quiero puedo, aunque quiera lo imposible, y en todo lo que es posible
mando, quito, pongo y vedo.
Recordemos que en la época
Cervantina comenzaba el resurgimiento de la tradición clásica, los grandes
dioses mitológicos se recuperan en la narrativa y en todas las artes. Así,
Cupido aparece en varias ocasiones a lo largo de la obra, definiendo lo bueno y
lo malo que provoca este dios.
En el capítulo LVI de la
segunda parte, Don Quijote se distrae por culpa de aquel niño ceguezuelo a
quien suelen llamar Amor, el cual no perdió oportunidad de triunfar sobre un
alma lacayuna y ponerla en su lista de trofeos. Cervantes, describe la acción
de Cupido hacia Don Quijote de una forma muy parecida a la que Homero narra la
influencia y movimiento de los dioses en las tramas de La Ilíada y La Odisea, al
decir que:
Le
envasó al pobre lacayo una flecha de dos caras por el lado izquierdo, y le pasó
el corazón de parte a parte”. Causando así que Don Quijote no escuchara el son
de la trompeta que daba inicio a un enfrentamiento. Todo esto, porque el Amor
es invisible y entra y sale donde quiere, sin que nadie le pida cuenta de sus
hechos.
¿Somos también, estimado
lector, almas lacayunas como Don Quijote?
Comentarios y sugerencias:
Twitter: @RbkMej
Artículo publicado en La Gualdra 193, suplemento cultural de La Jornada Zacatecas:
http://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-193?e=1493577/12297370
http://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-193?e=1493577/12297370
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